viernes, 19 de abril de 2013

Santo Domingo, Luces y Oscuridad



Santo Domingo es una bella ciudad cuando cae la noche, la zona metropolitana es aun mejor, las altas torres exhiben sus prestigiosas figuras de exuberante valor, llenas de centros comerciales de los mas grandes reconocidos comerciantes del mundo en el auge modista; las señoras platican sobre sus bellas mascotas en sus tardes de te y sus esposos discuten del tenis, el gol y hasta del polo también; los relucientes colores y luces de los autos con el vaivén, despiertan la atención de quien por ella ande, los exquisitos y frescos olores de los restaurantes, abren consistentemente el apetito de los paseantes.

 Cuando cae la noche Santo Domingo también tiene otra cara, no muy lejos de esas zonas prestigiosas, reina la oscuridad, se ausenta la luminosidad y la luna que es ajena de voluntad, ofrece su luz gratuita, como única dicha; la seguridad de quien allí yace, voluntariamente adopta su rol fugitivo, las canchas de basket-Ball son murales de difuntos coloreados y recordados a aerosol, en cuanto a los olores, se respira un ambiente mas inmundo, la pulcritud es un plato de lujo.

 Los hospitales se dividen por bando, se mezclan las clases sociales, es una molestia la presencia de una, para la otra y los del centro prefieren la sangre añil y los bolsillos con brotes; los pobres se quejan por su humilde salario, la educación es un lujo de uno o varios, bien pequeño es el grupo, que devenga el mejor importe monetario, por mas reducido que sea su horario.

 Es como el cuento de los buenos y los malos de nunca acabar, donde la masa plebeya es la gran mayoría, inventores de sueños y agridulce paladar. La pobreza es horrenda, en los barrios de abajo va preñada la pena, las esperanzas son oscuras, aquí, se pasan las necesidades mas duras, en el barrio es un serio problema, ni tu paciencia es segura.

 Que hablar de los ricos y sus grandiosas ideas, ese grupo social, por pequeño que sea, gobierna todo el sistema y lo domina como si fuese una aldea, la educación es un lujo que cualquiera desea, y no esta lejos pensar que los pobres están privados de ella.

 La balanza que pesa felicidades y penas aquí en el país nunca queda a nivel.

Mark Rojas.-

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